IGNACIO FELIPE
SEMMELWEIS
(1 de julio de 1818-13
de agosto de 1865)

EL
DESCUBRIMIENTO
Semmelweis
observó con preocupación la alta tasa de mortalidad entre las parturientas,
entre fuertes dolores, fiebre alta y una intensa fetidez. En este hospicio
se disponía de dos salas de partos: una dirigida por el doctor Klein y otra por
el doctor Bartch. En la primera, la mortalidad medida en 1842 había registrado
una cifra del 30%, pero en los primeros meses de 1846, la cifra rondaba el
96%. Utilizando un rudimentario método epidemiológico comenzó a
estudiar las diferencias en ambos pabellones: El de Klein era más frecuentado
por los estudiantes de medicina, quienes atendían a las parturientas después de
sus sesiones de medicina forense en el pabellón de anatomía. En cambio la
sala de partos de Bartch era más utilizada por las matronas, pero cuando los
estudiantes visitaban su sala la mortalidad también aumentaba en ésta. Esto le
llevó a formular la ingeniosa (y correcta) teoría de que los estudiantes
transportaban algún tipo de «materia putrefacta» desde los cadáveres hasta las
mujeres, siendo ese el origen de la fiebre puerperal. El doctor Klein no estaba
de acuerdo con las conclusiones de Semmelweis.
En octubre de 1846
decidió instalar un lavabo a la entrada de la sala de partos y obligó a los
estudiantes a lavarse las manos antes de examinar a las embarazadas. El doctor
Klein se negó a aceptar esta medida y despidió intempestivamente a su ayudante.
Semmelweis emprendió un viaje de dos meses
por Europa y a la vuelta conoció la noticia de la muerte de Jakob
Kolletschka, profesor de anatomía, tras producirse una herida durante una
disección y desarrollar unos síntomas similares a los de la fiebre puerperal.
Este hecho le convenció de que la causa eran ciertos exudados presentes en los
cadáveres.
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